jueves, 26 de febrero de 2009

Apenas penas
¡Valió la pena!
¿Valió el temor, la congoja, el frío del alma?
¿Valió tu risa callada, tu presencia ensombrecida?
¿Valió la humedad, el aguacero en tus ojos?
¿Valió tu tristeza asfixiante, borracha para sentirse menos triste?
¿Valió la pena?
Nada vale la pena, ni la tuya, ni la mía, la de nadie…
Vale el coraje de apagarla
vale tu enojo contra el desencanto
tu poder de evocar lo sencillo en lo presente
el trabajo para desarmarla
y rearmar sonrisas de a pedazos
urdir la palabra justa
el adjetivo más valiente
vale que a veces seas vos quien se quiebra, vale
que necesites de palabras ajenas
de otras voces y de miles de cantos
vale que le grites al mundo cuando te duele
y que un fresco viento seque tus mejillas
para que tus labios se abran como brazos y tu rostro
sea un gesto amanecido.
Vale la actitud humana cuando crea
cuando transforma su búsqueda en encuentro
y hace de ese encuentro un intercambio,
cuando reconoce en el otro esa búsqueda,
cuando es el otro el encuentro, aquel intercambio.
Así el valor es coraje —en cantidades suficientes—
de decir y hacer cuando a las penas
no se les da el valor necesario.

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