jueves, 26 de febrero de 2009

La isla
Mi cuerpo:
¿Una isla despoblada?
Sin llanto sin lluvia
sin sonrisas sin sol.
Dueño de un submundo de palabras silenciosas, insignificantes.
Sin pájaros que traigan mensajes de otras tierras, de otros cuerpos.
Náufrago
en una tierra extraña:
mi cuerpo.
La patada

make your way through the universe
afinado en el lugar incorrecto
siempre vas donde no podés
despejás un nuevo camino
barrés las calles a patadas
tiros oblicuos de semáforos y automóviles

y una manifestación de hombres parece ignorarte
y dan ganas de destrozar canales de televisión
de abrir el cielo para las radios
de estremecer la ciudad desde su raíz de túnel
hasta su cielo metálico roto de cuerdas

y las únicas voces que te acompañan
son las calles ensimismadas
donde nuestros pasos
retumban sin huellas
y nuestras manos se borran:
son fantasmas
que no se reconocen
Apenas penas
¡Valió la pena!
¿Valió el temor, la congoja, el frío del alma?
¿Valió tu risa callada, tu presencia ensombrecida?
¿Valió la humedad, el aguacero en tus ojos?
¿Valió tu tristeza asfixiante, borracha para sentirse menos triste?
¿Valió la pena?
Nada vale la pena, ni la tuya, ni la mía, la de nadie…
Vale el coraje de apagarla
vale tu enojo contra el desencanto
tu poder de evocar lo sencillo en lo presente
el trabajo para desarmarla
y rearmar sonrisas de a pedazos
urdir la palabra justa
el adjetivo más valiente
vale que a veces seas vos quien se quiebra, vale
que necesites de palabras ajenas
de otras voces y de miles de cantos
vale que le grites al mundo cuando te duele
y que un fresco viento seque tus mejillas
para que tus labios se abran como brazos y tu rostro
sea un gesto amanecido.
Vale la actitud humana cuando crea
cuando transforma su búsqueda en encuentro
y hace de ese encuentro un intercambio,
cuando reconoce en el otro esa búsqueda,
cuando es el otro el encuentro, aquel intercambio.
Así el valor es coraje —en cantidades suficientes—
de decir y hacer cuando a las penas
no se les da el valor necesario.
Razones
El animal enjaulado
es sin duda
el hombre
sin dudar
su razón.

lunes, 16 de febrero de 2009

Sobretodo

sobre palabras tiro estas hojas
la humedad del día
parece filtrarse sobre el papel
sobre los ojos de la gente
también de nubes húmedos
sobre todas las cosas
que fueron quemadas por soles de ayeres
sobre la piel del cielo
bajo los pies
de algún posible dios

sobre espejos dibujados con sonrisas y nombres
que declaran sus amores
que reclaman un reflejo
sobre otros textos
que hablan de esa humedeidad de siempre

sobre todo esto y aquello
un lago gigante se va formando
y cuando demos vuelta el mundo
nos zambulliremos en un nuevo cielo
Amistades
Como hemos cambiado
– tiempo –
amigos
se abrieron los cambios
desandándose los caminos
tantas huellas
desparramadas
amparándose
sobre nuestras preciadas
dif(h)erencias.
Anochecer
Luna echada suspiró tranquila
mansamente empanzada en la montaña.
Despertando azulada y profunda
contra el blanco persistente del día.
Echó a volar a cielo traviesa
duplicada en un nado silencioso.
El cristal del río
su piel aterciopelada raspó.
Siguiendo su camino andaban mis sentidos:
olores, sabores, naturalezas que encontrar.
Me alunizan los colores,
como fuentes manantiales de luz.
Me perfuman
el bosque
su madera húmeda enverdecida
sus irisadas flores silvestres
con abejas amamantadas
las piedras calientes del lago
y sus troncos de vida acuática
árboles que fueron sonajeros del viento
cáscara verde del monte
árboles que son ahora
esqueletos de elefante
bebiendo en las orillas
sus últimos eternos tragos.
Luna quiso vernos de cerca
zambullirse en el río
plancharse en el agua espejada
quiso bajar para comer los frutos dulces
en su soledad astral ser amada
contenida por el mundo
abrasada en un fuego nocturno
bajo la danza ritual de los álamos.

lunes, 9 de febrero de 2009

La chica rota
Decía que algo le faltaba. Decía que le lastimaba lo que amaba y que desamaba lo que bien le hacía.

Micro corto relato
Soy una cueva, habito en los ecos que te llegan entre mis sombras.
Nicolás Pazos
Tristango
“Me quiero morir” rezongó melancólico. Con él su pena colgaba suicida del balcón. Una saudade dorada y voladora fue a posarse en la baranda –rayando el cielo como pájaro-. Y sucedió el derrumbe. Desplomado rompió el balcón, como acantilado sobre un mar de huesos.
Nicolás Pazos