miércoles, 12 de agosto de 2009

Chacarita descalza

Aturdido pero calzado
con una esquina remendada,
el zapatero Zapata
le chifla a José,
quien guiña un ojo de ceniza
(bruma de metralla prendida al aire).
José pasa, rodando en su silla,
que suena a apocada moneda de lata.
Zapata sus remiendos trabaja
con zurcida mano de cuero
y los pinta con su sangre hecha pomada.
Pisa el asfalto en su puesto
o cajita de lata descalza,
porque ha quemado las suelas de su alma,
en su hogar que son todas las calles.
El zapatero orgulloso
niega lustrar zapatos azules,
pone su oficio a los pies de pobres caminantes.
Palomas de hollín acompañan el vuelo de hilos
sobrevolando las calles agrisadas.
Un candombe hace un xilofón con lápidas
retumbando el encierro de cripta.
Chacarita huele a flores muertas
en los zapatos de Zapatero.
La gente amasijada trajina
agrupada a empellones sonámbulos.
El negro conmueve
el cuero con sus manos.
Una morocha repica
caderas al aire.
Pero la ciudad
(barniz de rocío)
suspira sobre hombres
que se acementan en estatuas.

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